Sonando

lunes, 29 de enero de 2018

Y el tiempo te enseña
que nunca debes olvidar de dónde vienes,
que a veces perdiendo se ganan cosas
y que no siempre ganan los buenos.
Que el destino no baila con nadie,
que el miedo es el rey de los finales,
que los consejos deben servirte
para que hagas lo que te dé la gana.
Que equivocarse es salud,
que el pasado no es un arma de destrucción masiva
y sí un aprendizaje que te hará mejor persona.
Que la vida no es un cuento
y que, aunque duela,
a veces querer no es suficiente.
•Lae Sánchez•

domingo, 28 de enero de 2018

A veces las personas resultan tan predecibles que es rutinario buscar orígenes.
Desde el principio, antes de iniciar camino, ya hueles el final.

Resulta que nos guardamos en el bolsillo personas.

Bueno.

Ideas de personas, más bien.

Y resulta que, cuando un matiz se transforma, se lleva consigo el alma de lo guardado.
Esto, de primeras, parece apasionante.

Visto desde el fuego es increíblemente triste.

La idealización nunca tiene una transformación positiva para la persona que la mantenía. O la creaba.

Y yo me pregunto por qué siempre creemos estar navegando en calma, si la realidad es que naufragamos en cualquier pecho más veces de las que deberíamos.

Por qué cogemos el sueño fácil cuando creemos saber dibujar a ciegas la línea de la piel que nos tatuamos, si resulta que, en el fondo, no sabemos ni distinguir los lunares.

Por qué a pesar de alimentarnos con cal y arena seguimos borrándonos la huella propia rozando cada pliegue si, al final, cuando intentamos dejar marca de  nuevo, no encontramos la identidad.

Y no estoy hablando de la de uno mismo.

No.

Tampoco es lo que piensas.
Con tantos por qués no intento predicar nada.
No escribo para dar ejemplo.
Ojalá no me clasificara yo en todos ellos.
O tú, que lo estás leyendo.
Pero la evidencia es no.
Nadie nos abre el alma como para dejar que nos adueñemos.
Y nadie va a saber lo que duele la transformación del matiz más que tú mismo.
Con el tiempo el acierto de la predicción es el que te va a dar el palo o la reafirmación.

A mí ya se me repiten los golpes. 

¿Cuál te duele más a ti?


sábado, 6 de enero de 2018

Rememorando.

Si hay algo que confirmo a pocos días de haber empezado un nuevo año es que el inicio de un cambio puede ser resultado de tan sólo un día.

Perdón. Me corrijo.

De tan solo una actitud. 

No sé si te pasará, pero a mí me resulta acojonante echar la vista a atrás un año entero. Justo hoy, en este preciso momento, si me pusiera a iniciar una conversación conmigo misma quizá me sorprendería pensando que no soy la misma persona. 

Aquí el matiz: eso, ahora, me gusta. 

Comparto la filosofía que afirma la existencia de un aprendizaje por cada día que vives. Sin embargo, creo que falta el punto consciente que te haga sabedor de lo que realmente te está enseñando la vida en ese preciso instante. Yo creo que si de verdad lo hubiera tenido, en su momento, me habría ahorrado muchas situaciones de ignorante culpabilidad a lo largo de muchos meses. Lo bueno de todo esto es que llega un día en el que despiertas con la chispa. Y todo lo que te creías incapaz de hacer da la vuelta. Entonces empiezas a ver atajos en el camino que antes no existían. 

Y es brutal. 

Así que ahora, que empiezo a ser consciente de las experiencias, podría definir este 2017 como puro aprendizaje: 

En general, ha sido un año de muchas decepciones. La mayoría conmigo misma. Aunque viéndolo con los ojos de ahora me parecen incluso razonables. A pesar de ellas, he dado mi piel y alma todas las veces que así lo he sentido, incluso oliéndome ya el desenlace final. Pero a quién no le ha pasado eso alguna vez, ¿verdad? El problema era que parecía no aprender de ninguno de los golpes. Y eso derivó en un año de frustración total a cualquier paso y en cualquiera de los ámbitos donde me movía. No era yo. No me sentía yo. Y en muchas de las ocasiones parecía ver cómo pasaba mi vida fuera de mí. 

Y creedme, vivir tu vida de forma ausente es una inmensa pérdida de tiempo. 

Evidentemente, el entorno siempre es víctima de lo que a ti te suceda. Y esto es algo que me ha marcado mucho este año. He llegado a entender con total plenitud la amistad. Cuando más ausente estaba más cerca los tenía. Las personas que pasean contigo a las 1:42 un lunes lectivo y las que sacan tiempo para traerte granizado en plena convocatoria de julio son las que tienen que estar ahí. Todas las demás van a ser pasajeras. En serio. No hay que tener miedo por contar a los tuyos con los dedos de una mano. Dos no siempre es menos que tres. 

Y el lugar de la familia siempre va a ser irreemplazable. 

En relación a lo anterior también he entendido que una relación, de cualquier tipo, no la marcan los años. No hay que aguantar con nadie por el mero hecho de estar cinco, diez o quince años juntos. Ya sea amistad, pareja o vecino. Y es un tema que me molesta mucho porque aún hay miedo por romper relaciones a causa del tiempo. Si sientes que una persona ha dejado de ofrecerte la esencia que te llevó a estar con ella, déjala ir. Suéltalo, como la canción. De verdad. Si no hay nada que exprimir de esa persona quizá la vida te está diciendo que ya está. Y hay que saber verlo, porque si fuerzas dos piezas de puzle sin la estructura complementaria, al final se acaban quebrando. 

Os lo aseguro. 

En cuanto a lo que a mí respecta, tengo buenas noticias en referencia a 2017. Como he comentado, me he decepcionado en varias ocasiones. Y aunque ha sido difícil aceptar lo exterior he conseguido comprender un poco más mi interior. Y es que soy una persona cambiante. En general y con todo. Me gustan los inicios y el descubrimiento. Conocer cada cosa que el mundo me presenta. Es más, me gusta conocer muchas cosas de golpe, y quizá eso me lleva a no finalizarlas todas siempre. Pero, ¿y qué? Si a mí me hace feliz estar metida en mil "fregaos" por qué tengo que limitarme solo a uno. ¿Por acabarlo bien? No. Ya no. Se acabó eso de adaptarse a los demás por pura moralidad social. A mí me gusta el jaleito, y punto. 

Y el jaleito que me lleva a ser lo que soy hoy es el que más me gusta de todos. 

Empezar un nuevo año siempre es aprovechar una nueva oportunidad. Y simplemente hay que estar agradecido por poder hacerlo. Porque aunque suene a tópico, nadie miente cuando dice que la vida es muy fugaz. Lo veo en los ojos de la enfermedad, de los accidentes, de la violencia, de la muerte inesperada. 

Lo veo en las palabras de mis abuelos. 

Por favor, disfruta. 

Para mí cambiar de actitud sí significa cambiar mi persona, porque no vas a reaccionar, actuar y sentir de la misma forma cuando algo tan grande ha cambiado en ti. 

Y en vez de sentir miedo noto pasión, ganas y energía.
Dejar atrás a una Ana antigua es dejar con ella todo el lastre que sostenía.  

Y eso solo significa una cosa: estoy preparada para más. 

Feliz 2018 a todos.

Os deseo todo lo bonito.

Y más.  







domingo, 5 de noviembre de 2017

Mi mejor recuerdo.

Aún recuerdo nuestros primeros días. Las conversaciones interminables que culminaban con un "buenas noches" manchado de dulce incertidumbre. Nuestras miradas buscándose en los pasillos, en las fiestas, en la calle...Ese escalofrío que recorría mi cuerpo cada vez que recibía un mensaje tuyo, una llamada, cualquier señal que indicara que te estabas acordando de mí.  Daba igual. Quizá todo estaba en mi cerebro, pero para mí era tan cierto como que respiraba. Mi corazón se agitaba. Y por mucho que intentara de explicarlo, antes y ahora, no hay manera de encontrar palabras.

Aún recuerdo nuestro primer paseo, el primer roce de dedos y la primera cogida de mano como dos niños traviesos e inocentes. Mirarnos y sonreír. También recuerdo todas nuestras noches en vela. Nuestros debates de filosofía, religión y cómo vivir la vida. Nuestros rebotes absurdos y todas las veces que nos llevamos la contraria. Ceder, contraatacar y volver a hacer las paces siempre antes de que den las doce. Una regla nueva con la que mejorar y asegurarnos la existencia de amaneceres llenos de ilusión y esperanza. Y nos podemos enfadar mil veces, pero siempre honramos a esa promesa. Y qué felicidad me da pensar que, pase lo que pase, al final del día siempre hacemos borrón y cuenta nueva. Por eso, fuera lo que fuera el día anterior, el día presente o futuro habría de ser mejor.

Y fue, y es, con esa sencillez con la que nos acostumbramos a vivir en el detalle. A salir de nosotros para conocernos en los ojos del otro. Era tan bonito cómo me veías...¿Cómo no voy a hacer lo imposible para no defraudarte?

Aún recuerdo cómo me esforzaba. Todas las cartas que te escribí. Que nos escribimos. Las melodías que me inspirabas. Tus ojos, tu pelo, tu sonrisa, tu forma de acercarte, de darme un beso, de decir hola y adiós, tu forma de disimular tu nerviosismo, incluso tú falta de interés, de enfadarte y no reconocerlo, de estar agobiado y de estar incómodo en un sitio. De decírmelo sin decírmelo. De irnos. De dejarme tu abrigo. De que me quitaras el jersey. De morirme de frío y tensar todos y cada uno de mis músculos para tratar de no verme temblar. Y aún así siempre lo hacía. No por el frío, sino por ti.

Recuerdo salir a cenar. Reservar o improvisarlo. Acabar siempre en el mismo sitio. Y es que sino acabamos recorriendo el pueblo sin guía ni destino. Pero las calles nunca se cansaban de nuestros pies y en los bancos del parque siempre encontrábamos algún sitio. Recuerdo mirar al cielo y quedarnos callados. Escuchar tu respiración. Y hablar en silencio.

Recuerdo todas las películas que vimos y , sobre todo, las que nos quedan por ver. Todas las historias que inventamos. Las canciones que nos pasamos y nuestros libros preferidos. La mecánica del corazón, del tuyo y del mío. Recuerdo ver pasar el tiempo volando y recuerdo ser feliz. Con todo. Contigo.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Y la verdad es que después de estos años recuerdo todo esto porque nada de lo que he dicho hemos dejado de hacerlo. Y cada día sigue siendo tan especial como el primero. Cada día sigue siendo mejor que el propio recuerdo