Sonando

jueves, 25 de julio de 2013

Tiempo, tan sólo tiempo.

Dicen que el tiempo pone las cosas en su sitio. Que es cuestión de que pasen un número indefinido de semanas, meses, años...para que todo vuelva a la normalidad. Para que en aquel lugar dónde un día hubo fuego, se disipe hasta la más mínima ceniza. Aunque, qué difícil es verlo, ¿verdad?. Y es que, nadie puede negar que pueden pasar milenios enteros y el vacío que provocan los recuerdos de esa persona seguirán permaneciendo ahí, atados con fuerza en lo más profundo de ti, sin intención de soltarse. Podrás alejarte a millones de kilómetros de su lado, volar hacia la parte más recóndita del planeta, y aún así has de admitir que seguirá teniéndote atrapada. Llegará un momento en el que te dolerá saber que intentarás convertir todo lo que sientes por él en el peor de los odios, para así lograr deshacerte de cada recuerdo suyo que nubla tu mente. Te dolerá saber que, a pesar de todos estos intentos, a pesar de todas y cada una de las fuerzas que pondrás en eso, no lo lograrás. Te darás cuenta, de que son muchas las noches que te quedan intentando hacerte a la idea de que ya no puedes esperar nada de él. De que lo que antes considerabas como tuyo, ya no te pertenece. Déjame decirte que recordarás todas las lágrimas derramadas por la rabia y el coraje, aunque también verás, que fueron pocos los consuelos y abrazos por su parte. Quizás llegue el día en el que te digas a ti misma que le debes muchas cosas, y que le estás agradecida por otras cuantas. Quizás intentes buscar consuelo pensando que, todo lo que os ha pasado, ha sido debido a las promesas que, a día de hoy, no ha sabido cumplir...No al menos las que te incluían a ti. Y sí, no negarás que ocupaste un lugar importante en su vida, pero realmente, verás que no fue el que te hubiera gustado, ni tampoco el que debería. Finalmente, aceptarás que sin él nada hubiera sido lo mismo, al menos, no para ti. Y entonces, es cuando comenzará a pasar el tiempo, tiempo...y tan sólo tiempo.

viernes, 19 de julio de 2013

Obsesiva me llaman.

Qué difícil es encontrar las palabras adecuadas para decir las cosas. Sí, digo "cosas" porque quiero generalizar. Me resulta horrible y agobiante tener millones de ideas en la cabeza y no saber con qué palabra empezar a soltar todas y cada una de ellas. Así que,  indagando por el interior de mi complicadísima cabecita, he llegado a la conclusión de que mi problema es que pienso mucho. Muchísimo. Doy demasiadas vueltas a los asuntos más insignificantes que te puedes imaginar. Pero claro, lo mejor es, que cuando ya creo haber dado con la respuesta adecuada, millones y billones de pequeñas e irritantes "Anitas" mentales se ponen gritar cual locas juzgando los pros y los contras de la que debería ser mi "respuesta perfecta". Por lo que al final, me quedo como estaba; sin respuesta que dar y un lío mental de tres pares de narices. Y es que esto es así. Soy una persona obsesiva por naturaleza. Aunque más que obsesiva, me defino como..."pensadora", que le da un aire más filosófico y me da pinta de "chica interesante".  Pero bueno, como sé que no puedo ponerle remedio, lo acepto y eso que me llevo. Por lo que, para finalizar mi "reflexíon", sacaré el máximo partido a la "pensadora" que llevo dentro y diré: "Vive el día a día, momento a momento, y que no te importe lo que diga el resto".

Yo y mi manía de perseguir imposibles.

jueves, 4 de julio de 2013

"Alguien me dijo una vez..."

Que el éxito no es ser conocida por miles de personas, si no que; "El éxito llega, con todo tu esfuerzo, por tu conquista, por los sacrificios, por toda tu dedicación contigo misma. No es algo material, es algo espiritual. Algo que e siente y corre por todo tu interior. EL ÉXITO, ERES TÚ".

miércoles, 3 de julio de 2013

"La derrota no te mata, te enseña a vivir."

Volar.

A veces, me gustaría poder reunir todas las fuerzas que tengo escondidas en mi interior, cerrar los ojos, y sin pensar en nada ni en nadie, echar a volar. Volar alto, todo lo alto que pudiera. Aún con los ojos cerrados notar el viento y la brisa que rozaran mi rostro. Aspirar el aire hasta que entrara en lo más hondo de mí. Y seguir volando. Rápido. Sin control. Todo lo lejos que pudiera y fuera posible. Hasta echar la vista a atrás y no ver nada ni a nadie. Sólo cielo. Cielo azul que me pertenece. Y seguir volando. Alejándome cada vez más hasta sentir que ya no pueda más. Y en ese momento, pudiera coger de nuevo todas las fuerzas que quedaran en mis entrañas, y junto con la emoción y adrenalina provocadas, gritar a todo pulmón que SOY LIBRE. Que ahora la que decida y mande aquí, seré yo.