Sonando

viernes, 14 de marzo de 2014

¿Qué te pasa?

¿Que qué me pasa?...Sinceramente, ni yo misma lo sé. Me pasa de todo y me pasa de nada. Me pasan las horas, me pasan los días, me pasan las semanas y aún ando buscando el motivo de creer que la sonrisa que refleja cada mañana el espejo, es verdadera. Me pasa que tanto duelo acaba agotando y fíjate, no soy tan guerrera como pensaba. Me pasa que tanta fuerza, ya perdida, me acaba abrumando y la compañera soledad se me viene demasiado encima. Me pasa que cada palabra, comentario, pensamiento o suspiro me acaba atravesando y joder, cómo duele la herida. Me pasa que sin quererlo ni beberlo las ganas han cambiado por cansancio y la luz que antes brillaba, no me preguntes el por qué, se está atenuando. Me pasa que el camino cuesta arriba cada vez se hace más largo y quién sabe, quizá un rayo de frescura es lo que necesite para acabarlo...Sinceramente, me pasa de todo y me pasa de nada...

miércoles, 12 de marzo de 2014

Respira hondo y abre los ojos. Ahí está. El reflejo no miente y su mirada tampoco. Aquel miedo y escalofrío vuelven a recorrerla de arriba a abajo cuando, casi temblando, su delicada piel vuelve a mostrar todas las cicatrices. Sus pupilas se dilatan y apretando los puños para sí misma comienza a sentirlo otra vez. Cierra los ojos con fuerza, sus manos se dirigen hacia su cabeza y apretando cada vez más en su sien deja estallar un grito que retumba en el silencio interior que la serenaba. Ha vuelto. Cae de rodillas. Agotada. Su respiración agitada le impide pensar con claridad. El hielo que la rodeaba comienza a fundirse y cae poco a poco por sus mejillas. Ahora lo siente y no puede huir. No lo intenta. Las cenizas que yacían apagadas en su interior comienzan a recobrar vida y cada vez queman más. Tumbada y encogida se encuentra en el filo del pánico. Las heridas pasadas vuelven a abrirse y la fuerza flojea y huye. No hay enfrentamientos. No hay combates. Tampoco luchas. Poco a poco empieza a notar el abrazo del silencio. Su cuerpo, falto de coraje, yace encogido en el suelo. Poco a poco vuelve a abrir los ojos...Retornan en ella las esperanzas de haber pasado la pesadilla... No. Ahí está. La recoge en sus brazos y se adueña de ella. Ya no hay hielo. Ni cenizas. Tan sólo...oscuridad.

viernes, 7 de marzo de 2014

lrreal posibilidad.

La noche es fría, el cielo oscuro y el suave viento frota las últimas hojas amarillentas caídas por el temporal invernal en el que se encuentra sumergida la calle. No hay ni un alma por la ciudad y abrazada a sí misma deambula por las franjas terrenales del camino. Las altas horas de la noche y el sonido del más rotundo silencio traen aroma de soledad al aire que la envuelve. Camina lenta, cabizbaja y el sonido de sus tacones estremecen al más mínimo ser vivo que se pueda encontrar allí. Quién iba a decirle meses atrás que se encontraría en una situación tal como ésta. Increíble. Por un momento se estremece. Hace frío. El amago de resguardarse en su abrigo la obliga a parar y respirar profundamente. Mira hacia arriba. Un cielo negro y nocturno se encuentra sobre ella. Parece imposible que algo o alguien pueda dar un rayo de vida a tanta oscuridad junta. Pero ahí está. Sonriente esta vez. Alumbrando parte de la noche y fundida en ese cielo, como si de dos almas gemelas se tratase. La noche y el día. El yin y el yan... Sonríe. Inevitable no hacerlo. Se siente tan identificada con aquel cielo. Ella, tan oscura, tan triste, tan sola. Abandonada de esperanzas por encontrar su luna, la misma que la revitalizara y la hiciera brillar. Qué dura fue en su momento y qué felicidad la llena ahora... Vuelve a sonreír. Esta vez con más fuerza. Porque la tiene. Ahora sí la ha conseguido. Le apetece soltar una carcajada. Reírse de los miedos y temores que la comían anteriormente. Plantarles cara y demostrarles a todos y cada uno de ellos que ahora sí puede. Ahora sí quiere gritar al mundo que es feliz. Que lo ha conseguido. Su cielo oscuro ha encontrado su luna, sus estrellas y su firmamento. Vuelve a andar. Esta vez con más fuerza. Sonriente. Como si de un desfile en pasarela se tratase aquel camino de vuelta al hogar. Tiene ganas de correr, de despojarse de tacones y demás vestimentas y llegar a la locura... Volverse loca recordando esos ojos marrones que un día la miraron, y hoy son su rayo de luz diario.