Sonando

viernes, 25 de abril de 2014

Me declaro inconformista.

Parece mentira la manera tan drástica y momentánea en la que te puede cambiar la vida. Un día te despiertas sonriendo al mundo y a todo ser que se te cruza por delante y al cabo de las horas...¡pum! Te encuentras hundido en la miseria y oscuridad sin encontrar salida alguna a tanto destrozo acumulado. Tan solo lloras, piensas y vuelves a llorar. Dando vueltas a todo lo que has perdido, sin tan siquiera crear un mínimo de esfuerzo por arreglar aquello que en ese momento ves tan roto. ¿Es ese el camino más sencillo? ¿Por qué solo utilizamos el llanto y la agonía como herramientas en los momentos más duros? ¿Por qué vemos tan fácil rendirnos y no nos esforzamos en ver las oportunidades que aún quedan? Supongo que la comodidad es algo que toda persona y ser humano elige como plato principal. Aunque claro, esa elección siempre depende del entrante, y como no, del comensal. Es por eso que elijo no rendirme. Elijo no conformarme con el mejor bistec del mercado y la tarta más rica del mundo, cuando aún me quedan fuerzas para luchar y ganarme tu compañía como entrante, tu sonrisa como plato principal y a ti como postre. Definitivamente me declaro una comensal inconformista, todo sea por saborear el mejor plato del universo, tú.

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